Experiencias sumisos

INTERROGADO POR LADY SADIRA: Versión sumiso

 

Las sesiones con Lady Sadira siempre son espléndidas.Pero hay algunas que lo son tanto que, para mí, quedarán como inolvidables. Nuestra última sesión fue una de esas.Me dejó grogui durante horas, tenía que volver a la “normalidad” y no podía. Hiciera lo que hiciera, por dentro ido rebobinando en sus más pequeños detalles cómo había transcurrido todo y cómo me había sentido yo. Aparte del placer que experimento en sus sesiones, estas a menudo me revelan aspectos de mí mismo que aún me sorprenden e, incluso, lo reconozco, me turban. ¡Así pues, una gozada y una pasada de sesión!

Habíamos acordado jugar al interrogatorio. Simulábamos que yo era un mangui chuleta que le había robado y ella iba a sacarme como fuera dónde había escondido la pasta.

Salgo del baño y alguien me aborda por detrás. Me pone un pañuelo en la boca, en teoría empapado de cloroformo, y me desvanezco. Me despierto atado a una silla, las manos por unas muñequeras y los pies por tobilleras.Forcejeo. Me resisto. Me pregunto quién es esa mujer tan atractiva, enfundada en látex, que me tiene inmovilizado.Le digo, le grito, que qué ocurre, qué está pasando. Ahora me pone una máscara. Con esto en la cabeza veo poco y lo poco que veo me asusta: a lo lejos, distingo todo de cosas que parecen instrumentos de tortura encima de una mesa.Me asusta, pero también me excita: no sé por qué, pero tengo la polla empalmada.

Y la mujer empieza a interrogarme. Me grita que le devuelva el dinero que le robé. Yo le contesto que no sé quién es ni de qué dinero me habla. Ella acerca su bota a mis huevos y aprieta con ganas. Grito de dolor, pero la erección no afloja.

Acerca su cabeza a la mía y me susurra: “O me devuelves mi dinero o no saldrás de esta”. Y acto seguido me muerde la oreja. Chillo y le contesto qué no sé de qué coño habla, que me hace daño, que me suelte ya.

Pero no me suelta. Al contrario, coge una cuerda y me ata el cuerpo al respaldo de la silla. Acto seguido, me agarrade la barbilla y me ordena que abra la boca. Creo que ya sé lo que pretende. ¡Me niego! Ella se ríe y me aprieta lanariz con sus dedos. Al cabo de poco abro la boca; tenía que respirar. Y entonces ella me cuela un par de escupitajos. ¡Joder, so guarra!, le grito. Me suelta un par de cachetes por mi insolencia. No sé cómo puede ser, pero la polla sigue dura.

Por los agujeros de la máscara, ahora la veo alejarse. Es mi oportunidad. Forcejeo con la muñequera izquierda y consigo liberar la mano. ¡Ya verás, cabrona! Soy un tipoduro, yo. Mientras trato de quitarme la muñequera derecha, me pasa por la cabeza que, si fuera un mierda sumiso de estos a quienes les va que una mujer los domine, la tipa lo tendría fatal conmigo, porque yo soy un rebelde y nadie puede conmigo. ¡Infeliz de mí!, no sé lo que me digo…

Estando con estas cábalas, ella parece haberse dado cuentade la maniobra. Va hacia mí gritándome, sienta todo su cuerpo encima de mi brazo libre y con sus dos manosvuelve a atarme. ¡Mierda, mierda, mierda!  

Empiezo a sentirme cansado, pero soy un machote y aguantaré, me digo.

Ella se ríe al verme de nuevo indefenso. Y yo ahora me percato de lo que estaba haciendo mientras trataba de liberarme. La tengo ante mí, imponente, con una enorme polla de plástico. “¡Joder! ¡A mí no me folla ninguna mujer!”, vocifero. Ella, impasible, va acercando el enormepollón a mi cara. “¡Abre la boca!”. “¡Que te he dicho que abras la boca!”, y me abofetea. Joder, no me queda otra que hacerle caso. Y abro la boca, y chupo polla, y ella me penetra hasta el fondo. Me siento violado. Pero mi pollaparece ajena a todo lo que me pasa y sigue empalmada tan contenta…

“¡De acuerdo, de acuerdo, cantaré!”. Y le digo un rincón de la sala en donde he escondido parte del botín. “Está debajo del colchón, y ahora suéltame”. Pero no me suelta, sino que, triunfante, va hacia allí y saca unos billetes. “Eso no basta. ¡Quiero todo mi dinero!”, mientras me abofetea con ellos.

Ahora me tapa la boca con su mano. Uno, dos, tres… Necesito respirar. “Venga, te diré dónde está el resto”. Pero, claro, yo, que soy muy listo, le contaré tan solo dónde he escondido algún billete más.

Cuando ella, otra vez, comprueba que no está todo eldinero restante, vuelve hacia mí hecha una furia. “¡Joder, joder!”, me digo entre mí. Ahora lleva un vibrador en la mano y lo empotra contra mis huevos. ¡Ay, que bestia! ¡Cómo me duelen! Luego lo pasea por mi polla, que está tiesa, tiesa, hasta sujetar con una goma el vibrador a mi glande. La vibración es tan fuerte que me hace daño, aunque no negaré que también me da algo de gusto.

Pasan unos segundos como de tregua. Mientras el vibrador va maltratando mi polla, ella, tranquilamente, vuelve a la mesa en donde debe de tener sus instrumentos de tortura. Le grito que me suelte, que ya le he dado todo el dinero que le debía. No responde. Imploro en vano.

De nuevo la tengo al lado, ahora con un par de pinzas. ¿Cuándo terminará todo esto?, me pregunto. Sin piedad, las clava en mis pezones como medallas. “¡Joder, cómo duele!”. “¿Dónde está el dinero que falta?”. “No tengo más, suéltame ya”, le digo y repito, pero cada vez con menor convicción. Entonces ella, con sus botas, pisa mis pies como si apagara una colilla o matara un par de cucarachas. Ya no aguanto más. Nuevamente le revelo otro escondrijo donde he metido parte de su mierda dedinero. Aún guardo para mí unos pocos billetes, je, je. Espero que se dé por satisfecha y me deje tranquilo de una puta vez.

¡Qué equivocado estaba! “Aquí faltan 40 euros. Se-me-a-ca-ba-la-pa-cien-cia. ¡Dámelos ya!”. Y pone su axila sudorosa encima de mi boca. Me entra el pánico, no puedo respirar. Así se lo digo y, por primera vez, la tía parece volverse razonable y desaloja su brazo de mi cara. Buf… Pero, ¿qué hace esta mujer ahora? No, no… Pues sí: me da la espalda, se sube a la silla y hunde su culo enfundado en látex en mi cara. ¡Mmm, mmm, piedad! Pasan los segundos. Uno, dos, tres… Y al cabo de un rato desisto. Aun con el culo sentado en mi cara, trato de decirle que ya basta, que me rindo, que le devolveré todo su maldito dinero. Hasta que por fin me escucha y después de recuperar los billetes que faltaban, y contarlos y recontarlos con toda la parsimonia del mundo, empieza a desatarme. Me siento agotado, humillado, vencido. Gameover!

Esta es una breve crónica de nuestra última sesión. Intensísima, memorable. ¡Muchísimas gracias por ella,Lady Sadira!

Un comentario

  • sumiso_catalan

    Como cada domingo, paso de forma voluntaria (aunque casi de forma obligatoria) por tu blog para leer tus relatos/historias. Si algún domingo no publicas nada (y menos ahora que vienen vacaciones), no pasa nada. Pero se está volviendo una acción rutinaria. Acabar la semana con un «sadirarelato».

    Pues bien, no es el primer relato que publicas en el cual no eres tú quien escribe, sino el sumiso (creo recordar uno que se llamaba «El segundo desayuno»), y, aunque tú redactas muy bien y publicas relatos muy interesantes, veo también muy bien que sea un sumiso el que escriba, para dar su versión. Con sus palabras, su visión, … Es otra forma de leer lo mismo, pero no a través de ti. Y creo que, aunque ya conoces muy bien a todos tus sumisos (excepto alguno que puedas estar empezando con él, pobrecillo jajaja), es una forma que tú tienes también para ver qué opinamos de ti.

    Bueno, este es el último comentario que te dejaré antes de vacaciones… Pero volveré. Lo aviso.

    Acabo diciéndole al sumiso en cuestión que ha escrito este relato, que está muy bien contado, que suena a una sesión muy interesante, que seguro que la disfrutaría (y sufriría, a partes iguales), y que tratando a Lady Sadira con respeto, puedes sacar su mejor lado de ella, el que la hace tan interesante (en este caso, su lado de dómina «mala y sádica»). Y por lo contado, tuviste una sesión en estado puro de Lady Sadira.

    Un beso bien grande, Lady!

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