Blog,  Experiencias sumisos

Todo empezó con un café…

Lady Sadira es una Domina increíble; te caza con su mirada inocente y su cálida sonrisa, pero cuando te tiene atrapado (y sobretodo bien atrapado en la intimidad de una mazmorra u hotel), entonces estás perdido: vives con total intensidad su sadismo, aunque Ella es cariñosamente sádica.

Tengo la suerte de conocerla desde hace un par de años, de manera que tras contactar con ella quedamos para tomar algo en una de sus pastelerías favoritas un par de días después, en un hueco que ambos teníamos libre en nuestras agendas.

Llegado el día me dirigí a un parking cercano y dejé el coche allí. Le esperé en la entrada del local y cuando llegó, tan bella y deslumbrante que me quedé atónito, me tendió su mano para que la besara, en plena calle, con transeúntes pasando. Para Ella es un acto totalmente natural y uno se acaba acostumbrando a perder toda vergüenza con tal de ver la sonrisa que esbozan sus labios cuando le besas la mano. Te atrapa. Y sabes que estás en sus manos.

Tras los saludos protocolarios le abrí la puerta de entrada al local y buscamos una mesa libre. Ella escogió una junto a la ventana, así que le ayudé a quitarse la chaqueta y acomodé la silla para que se sentara. Ella siempre es lo primero. Así lo dicta y así se lo graba a fuego a aquellos que disfrutamos de estos momentos con ella. A la hora de pedir, Ella decide, porque ella lleva las riendas. Siempre. Su pastelito favorito y un matcha latte para Ella. Un café con leche para mí. Una grata conversación, repasamos e intercambiamos cosas de nuestras vidas y algún adelanto de lo que se viene… En un momento dado coge mi café y echa un buen chorro de su saliva en él, y me lo tiende. Su mirada dice claramente: “Bebe”. Y yo bebo. Ella sonríe, conocedora de su control y poder. Le encanta, y a mí me maravilla.

Terminado ese ratito de relax pre-sesión nos dirigimos al hotel que he reservado por horas. Está cerca, así que vamos caminando. Ella delante, yo un par de pasos por detrás, recordando el día que osé ir a su altura, cómo se giró y la bofetada que me propinó. Es expresiva aunque no use palabras. Sabe dominarte mentalmente. Y se le da extremadamente bien. Llegamos a la recepción y ella me deja hacer los trámites con el recepcionista mientras mira con atención las pinturas del salón.

Subimos a la habitación y abro la puerta para ella, que deja sus pertenencias encima de la cama, coge unas cosas de su mochila, y se dirige al baño risueña. “Vete preparando como a mí me gusta” dice desde allí, de manera que procedo: desnudez completa, de rodillas delante del baño, postrado con la frente pegada al suelo y las manos extendidas hacia delante con las palmas hacia arriba. No veo nada, sólo la oigo tararear alegremente una melodía. Música celestial para mis oídos. Hasta que resuenan sus zapatos en el suelo. Soy un manojo de nervios. “Así me gusta, que obedezcas a tu Ama” dice mientras me pisa las manos alternadamente, y yo sonrío al suelo creyendo que no me ve, pero Ella debe observar algo porque me dice “¿Qué haces sonriendo? Deja de perder el tiempo y lame mis zapatos, los quiero relucientes”. Y sólo puedo obedecer y lamer y relamer esos zapatos negros con esos pies tan bellos y deseables calzándolos. Cuando queda contenta me concede permiso para observarla de abajo a arriba: luce sus zapatos y un precioso body negro de encaje, que me hace pensar lo bien que le sienta ELLA a la ropa interior. Bofetada del derecho. “Esa por mirarme demasiado tiempo”. Bofetada del revés. “Y ésta porque quiero…”. Una caricia en la mejilla ya enrojecida mientras susurra “…y eres mío”. Lo dije y lo repito: cariñosamente sádica.

Me muestra, totalmente desvergonzada, su arnés armado con un dildo de tremendas dimensiones colgando de su dedo mientras se ríe haciéndolo balancear burlonamente: “Como sabemos que estás bien entrenadito ahí detrás vamos a proceder como esta Diosa manda”. Le coloco el arnés con presteza pero con suavidad, porque al mínimo tirón Ella responde con una sonora bofetada y, lo que es más doloroso, una mirada de desaprobación. Una vez colocado y bien atado me detengo un momento para besar la punta de esa polla de plástico y mirar de reojo cómo sonríen esos hermosos labios. Presto, me subo a la cama de espaldas a Ella y a cuatro patas, ofreciéndole mi culo, que azota divertida mientras ríe sonoramente. Es sádica y lo disfruta muchísimo.

Oigo cómo se coloca unos guantes de nitrilo y cómo sale el lubricante del bote. Una buena cantidad. Y acto seguido siento fresquito en mi ojete: son dos dedos, bien lubricados, que reparten el lubricante por mi ano mientras los introduce y los saca despacito, aunque enseguida les da ritmo y le suma un tercero… un cuarto… “Oye, paso de meterte el dildo, te meto el puño y lo gozas a tope, ¿vale?”. Giro la cabeza con mirada de susto y ella se echa a reír a carcajada limpia mientras sigue dilatando mi puerta trasera. Suspiro aliviado… aunque sabemos perfectamente que esa parte vendrá después. Se pone de pies, noto la punta de su dildo en mi ojete y cómo empuja suavemente con sus caderas, agarra mi cintura y empuja fuerte, penetrándome de golpe mientras grita victoriosa y comienza su maravillosa danza en mi culo. Me encanta porque sé que se siente poderosa mientras sus golpes me llenan el culo y me hacen gozar locamente. Ella oye mis gemidos y me folla el culo con más contundencia. Ha trabajado mucho mi culo y sabe cómo tratarlo. Le pertenece y lo sabe muy bien.

Nota mi orgasmo y, con el dildo aún dentro, se agacha a susurrarme al oído que me he portado bien y lo orgullosa que está. Me recompensa con tres embestidas más y saca el dildo de mi culo, que ha dejado bien abierto. Se acerca a su mochila y saca una pala: quiere azotarme, le encanta. Me hace contarlos, por separado para cada nalga, jugando a hacerme fallar porque cada fallo reinicia el conteo con una palmada bien fuerte en cada cachete de mi culo. Y yo la adoro así, en pleno éxtasis y diversión.

Paramos un ratito porque es el turno de cuidarle como merece: le retiro el strapon y Ella se tumba cómodamente en la cama y le quito los zapatos para poder masajeárselos. Le alcanzo primero unos pockies de matcha y una botella de agua de coco, que le gustan, y luego cojo un bote de aceite de almendras, echo unas gotas sobre uno de sus pies y lo masajeo con esmero y dedicación. Ella lo merece de verdad. Cuando Ella me indica le quito los restos de aceite con una toalla y procedo con el segundo pie, hasta que queda satisfecha y me dedica una cálida mirada de aprobación. Si fuera un perrito de verdad menearía la cola con la rapidez de un ventilador.

“Sigamos, no se te vaya a cerrar el culo y tenga que empezar otra vez” me espeta y me pongo en posición nuevamente, culo en pompa. Coge otros guantes y oigo cómo echa lubricante, lo pone en mi ano y echa un poco más… Noto cuatro yemas apoyándose en mi esfínter y entran con un giro de muñeca. ¡Qué habilidad tiene! Echa un poco más de lubricante en mi ano, coloca el pulgar con el resto de dedos y con un suave empujoncito introduce su puño dentro de mí. WOOOOWW!! Me hace temblar las piernas de puro placer con el meter y sacar continuo de su puño dentro de mí. Ella está encantada y me dedica dulces palabras, algún gemido y me susurra ánimos mientras le da caña a mi culo. ¿He de repetirlo? Ella es cariñosamente sádica.

Me provoca un segundo orgasmo acompañándolo de un movimiento bien profundo de su puño, pero no lo saca enseguida. Me pregunta cómo estoy, se preocupa de si me duele algo y me hace colocarme de espaldas sobre la cama, y recostarme ligeramente, para ver mi cara mientras me habla dulcemente y saca con suavidad su puño de mi culo. Suelta un gracioso “Pop!!” al sacarlo del todo y se echa a reír, una risa que me contagia. Me tiende su otra mano para que se la bese un rato mientras me dedica una de sus dulces sonrisas y una cálida mirada.

“A la bañera, venga”. Me da unos cachetes en el culo y me incorporo rápidamente para dirigirme hacia el baño, pero la oigo detrás de mí, con voz dura diciéndome “¿Desde cuando los perritos van a dos patas?” en un tono que deja bien claro que no ha de decir más. Retrocedo y me coloco a cuatro patas, y vuelvo a hacer mi camino hasta el baño, mientras oigo su murmullo de aprobación. Alcanzo la bañera y me siento con las piernas abiertas. Y espero.

Llega Ella y entra en la bañera, poniéndose en el hueco de mis piernas, aparta su body y comienza un momento mágico: suelta un buen chorro de orina continuo sobre mi polla, bien caliente… mientras me mira con ojos brillantes. “¿No vas a beber?” me dice, y como hipnotizado hago un cuenco con mis manos y recojo esa lluvia para llevármela a la boca, y bebo con devoción ese néctar que Ella me concede, magnánima. Su mirada habla: “Bien hecho, perrito mío”.

Procedo a limpiarlo todo antes de abandonar la habitación del hotel. Paramos en un bar para tomar algo nuevamente, mientras hablamos de todo lo acontecido, nuestras sensaciones y lo placentero que ha sido. Aleatoriamente durante la conversación me da un golpecito con su pie en mi pierna y sé qué debo hacer: abro las piernas y me siento en el borde de la silla. Ella cuela su pie en mi entrepierna y me propina unos golpecitos en mis partes, o decide pisoteármelas mientras mira con diversión mis expresiones faciales y mis burdos intentos de poner cara de póquer.

Pero siempre llegan las despedidas, de manera que nos despedimos, me tiende su mano de nuevo y la beso con devoción hasta que me espeta un dulce “¿Me devuelves mi mano, perrito bueno?” y entonces asimilo que ha terminado nuestro momento. Por hoy. La veo alejarse calle abajo, con un andar arrollador y unos pasos firmes…

Hasta la siguiente ocasión, Lady Sadira.

Un comentario

  • Uninvited Guest

    Los viernes por la tarde se han convertido en mi refugio semanal para un rato de morbo y excitación. Gracias por provocarlo, Lady Sadira.

    Pasa la semana y todo son ganas de que llegue el bendito viernes, que ahora son «el Día de Sadira», porque siempre nos trae una grata sorpresa para nuestra (perversa) imaginación. Y es que usted sabe muy bien cómo trabajarnos la mente y hacernos adoradores de su (cariñosamente sádica) imaginación.

    Aún siendo parte protagonista en este relato he de confesar que releerlo me devuelve a aquél tiempo junto a usted y despierta de nuevo mi excitación; un tiempo maravilloso que atesoraré siempre en mis sinapsis neuronales, una excitación que se repetirá cada vez que vuelva a leer esta entrada, sus relatos o cuando me conceda nuevamente el honor de pasar un rato a su lado, erizándome la piel con su pícara mirada.

    Mil gracias por ser tan agradable, magnánima, alegre y (cariñosamente) sádica. La adoro cada día que pasa, pero en este tan especial, la adoro un poquito más, si cabe.

    Siempre a sus pies, agradecido de corazón, hermosa Lady.

    Uninvited Guest

Dejar una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *