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La Momia de la Faraona

Miércoles, un día de mucho trabajo en la oficina hasta el hartazgo. Llegó mi hora de salida y se acercaba la hora: las 18:00h. Otra de nuestras sesiones de sado teatral. ¡¡Qué ganas tenía de que llegase el momento!!

Después del regreso de mis vacaciones en Egipto mi sumiso estaba desbordante de creatividad e ingenio, así que no pasó mucho tiempo hasta tener planificada nuestra próxima sesión y su ambientación: yo haría el papel de una faraona y él iba a ser mi momia personal. Sólo de pensarlo se me ponía la piel de gallina de verdadera excitación: la momificación ha sido desde hace tiempo uno de mis sueños e iba a hacerlo realidad.

Esta sesión iba a requerir de vendas, muchos, muchísimos metros de vendas. Mi sumiso siempre es muy aplicado y disciplinado, dentro y fuera de nuestras sesiones, así que cumplió diligentemente con sus obligaciones para los preparativos de nuestra próxima “actuación teatral sadomasoquista”: dos días antes fue a una farmacia a comprar nada más ni nada menos que ¡¡60 metros de vendas!!, además de esparadrapo. Cuando me comentó la situación me dijo que la mirada del farmacéutico fue un auténtico poema a la incredulidad por la extraña cantidad de vendas que estaba comprando. Pícaro como él solo, mi sumiso esquivó la vergonzosa situación comentando jocosamente que estaba preparando su disfraz para el próximo carnaval. Uhmm, cómo habría disfrutado yo de haber estado presente, poniéndole nervioso con mi morbosa presencia mientras realizaba tan abultada compra.

Antes de nuestro encuentro mi sumiso, que en adelante llamaré “mi momia” para el resto del relato, me envió la imagen de un cartel de una película clásica: The Curse of the Mummy’s Tomb, largometraje de 1964. Al ver el cartel no pude evitar preguntarle si pretendía raptarme y convertirme en una faraona en apuros, a lo que mi momia contestó: “Si intento cogerte en brazos estando vendado de la cabeza a los pies andaré de forma tan patosa que más que darte miedo te mearás de la risa. Mejor otro día”. Con lo que me sacó una sonrisa. Seguidamente añadió un “Aunque si mi faraona Sadira me ordena que la rapte, pues yo la raptaré obedientemente…” que esta vez me arrancó una buena carcajada. Me encanta saber que tengo a mis cachorritos bien enseñados y obedientes ante cualquier deseo u orden mía.

La conversación continuó, manteniéndome entretenida. En cierto momento mencioné que ese cartel que me había pasado me recordaba a la película King Kong, otro film clásico de aventuras y terror de la misma época. Y todo esto derivó a muchas más ideas para futuras sesiones de nuestro sado teatral con referencias a los grandes clásicos del terror gótico de principios del siglo XX del expresionismo alemán, y es que de verdad os lo digo, creatividad no nos falta para nada.

Ahora que os he puesto en antecedentes volvamos a ese miércoles a las 18:00h. Sé muy bien que lo que viene ahora os interesa, jeje.

Nos encontramos en la mazmorra, nuestro primer encuentro desde que empezó este año. 2024 empieza bien fuerte para nosotros dos. Comenzamos la sesión charlando amigablemente, continuando lo que habíamos hablado anteriormente vía chat; hablando de películas como Entrevista con el Vampiro, Nosferatu, Drácula… creo que mi mente ya ha tejido rápidamente la historia para nuestra próxima sesión. Pero con la misma rapidez mi cabeza se centró en lo que venía a continuación, y es que ya sabéis que soy ansiosa por naturaleza y no podía sacarme de la cabeza la idea de empezar el proceso de momificación de mi propio sirviente particular. De manera que le ordené disponer todo el material encima de la cama y diligentemente lo hizo: los sesenta metros de vendas y unos rollos de esparadrapo. Lo justo y necesario, no necesitábamos más.

Fui al baño a prepararme adecuadamente con un bello conjunto de lencería roja adornada con pequeños bordados y detalles en color dorado, digno de la más hermosa de las faraonas. Cuando salí del baño me encontré a mi momia demasiado tranquila tumbada encima de la cama, ante lo que le pregunté que qué hacía ahí, así tan relajadamente. Me miró con un poco de temor asomando en sus ojos y saltó como un muelle cuando se lo ordené. “¡¡Besa los pies de tu faraona, que aún no estás inmovilizado!!” le grité, a lo que obedeció con premura y sin atisbo de duda. Le permití deleitarse con mis pies durante unos cuantos minutos antes de ordenarle que se levantase; era hora de comenzar la tortura de la momificación.

Comencé aprovechando la ocasión para colocarle una jaula de castidad. Me acerqué a su cara y le susurré una orden que no se esperaba: “A cuatro patas, quiero follarte bien el culo y como pretendo utilizar un dildo más grande tengo que prepararte bien tu agujerito primero”. Abrió los ojos, sorprendido, pero obedeció mis deseos adoptando la postura encima de la cama mientras yo me colocaba unos guantes de nitrilo. Comencé metiendo suavemente un primer dedito bien lubricado en su apretado culito. Todavía le cuesta y como sólo nos vemos una vez al mes es un proceso lento, ya que tampoco entrena en sus momentos de intimidad personal. Es un proceso que me encanta, sintiendo como poco a poco mis dedos entran con más facilidad, ayudados por el lubricante. Tras unos minutos dilatándole decidí colocarle un plug, de pequeño tamaño, y es que hay ciertas cosas en la vida que necesitan su tiempo, y este proceso es una de ellas.

En ese momento en que mi momia en proceso estaba más tranquila y relajada le ordené ponerse en pie. Le miré, divertida, con una sádica sonrisa en mi rostro mientras daba un par de vueltas a su alrededor, calibrando los pasos a seguir; comenzaba el verdadero proceso de momificación. Cogí el primer rollo de vendaje y comencé a envolver sus pies, tensando bien la tela para inmovilizarlo. Conseguí llegar hasta la altura de sus rodillas, donde aseguré la venda con unas tiras de esparadrapo antes de continuar con el siguiente rollo, que alcanzó hasta su culito, a la altura perfecta para dejar un hueco que me permitiera tener su ano y su enjaulado pene a mi disposición para divertirme un rato durante la sesión. Creo que mis carcajadas en ese instante le hicieron dudar de si era buena idea permitirme que lo inmovilizara, pero si alcanzó a pensarlo tuvo la buena idea de no emitir queja alguna al respecto.

Con el tercer rollo de vendaje conseguí llegar desde la parte baja de su abdomen hasta justo debajo de sus pezones, que también dejé al descubierto: no iba a permitir que una simple, aunque divertida momificación, me privase de torturar a mi momia con mis sádicos juegos, sobretodo conociendo que para él son una parte muy delicada y siempre se revuelve insubordinadamente en cuanto se los toco.

Llegó el momento de terminar mi obra, me coloqué de manera que viera mi mirada bien sádica mientras desenrollaba el último rollo de vendas alrededor de sus hombros, su cuello y su cabeza. Mi momia estaba finiquitada. Perfecta, un hombre completamente indefenso debajo de esas vendas, con total restricción de sus movimientos. No os podéis llegar a imaginar la ilusión que me hizo contemplarlo así, totalmente a mi merced.

Y llegó mi momento de jugar con mi momia personal. Como todopoderosa faraona me senté en su cara, ilusionada de tener a mi criaturita bien vendada, y comencé a torturar sus pezones que había dejado al descubierto. ¡¡Cómo disfrutaba yo de estar en esa posición de dominación absoluta!! Él intentaba moverse debajo de mí, pero lo tenía bien inmovilizado. Él trataba de zafarse de las vendas, pero las había apretado cuidadosamente y no podía conseguirlo. Siempre tan exagerado y quejica, pero poco me importaban sus sollozos, yo continué impasible dándole su merecido.

Procedí a retirarle la jaula y liberé su pene bien erecto, sólo para bajárselo a pequeños golpes, a los que respondía con una mezcla de quejidos de dolor y gemidos de puro placer. ¡Tanta queja y al final no hace más que disfrutar encantado! Giré el cuerpo de mi momia sobre la cama y lo coloqué cabeza abajo, había llegado el momento que esperaba desde hacía un largo rato: deseaba con todas mis ganas follarle el culo a mi momia, y nada me iba a detener.

Él estaba completamente a ciegas, así que me llamaba intrigado y me preguntaba qué estaba haciendo. Pero yo guardé silencio, divertida y sonriente, mientras me colocaba con lasciva tranquilidad mi arnés. Y es que como faraona estaba en mi derecho de disfrutar de mi momento. Descarté mi dildo más pequeño, ese azul que habéis visto en anteriores ocasiones, y opté por otro realista de color carne y con un tamaño más adecuado para culitos bien apretaditos, que me iba a facilitar la penetración con su mayor longitud dada la postura restringida de mi momia personal.

Lubriqué mis dedos enguantados para jugar de nuevo con su puerta trasera y sorprendentemente logré meterle 3. ¡Vaya, esto sí que no me lo esperaba! Qué alegría me dio ver que cada vez logro abrir más su culito. Mi morbosa mente se puso a divagar por unos instantes sobre nuevos propósitos para este año con él. Me centré nuevamente en mi papel y dejé de lado mis manos; me quité los guantes y procedí a dirigir mi dildo a su ano y lo metí, primero suavemente, despacito, con lentitud… para acabar embistiéndole fuertemente con mis caderas, dándole lo que merecía, bien duro mientras oía sus gemidos, que me empujaban a empotrarle más y más… y lo que pasó después mejor me lo reservo para nosotros dos. Dejo en vuestra imaginación desarrollar esa escena, jejeje.

Terminada nuestra sesión, con mi sumiso liberado al fin y con una amplia sonrisa de felicidad en su cara, seguimos hablando de películas y libros. ¡Cómo me gustan estas conversaciones tan interesantes con personas aún más interesantes todavía!Quiero terminar este relato con las palabras que digo siempre: estas sesiones son posibles gracias a que nos conocemos desde hace tiempo y tenemos una comunicación abierta sobre lo que buscamos, lo que queremos ambos, así como de nuestros límites. Siempre nos ofrecemos absoluto respeto mutuo y nunca sobrepasamos los límites del otro.

2 Comentarios

  • Uninvited Guest

    Su arte literario sube enteros en cada ocasión, a la par que las perversidades de las que es capaz y con las que deleitarnos. Pero deleitarnos mucho.

    Me parece increíble su capacidad de sadismo, in crescendo, dura y temible… pero a la vez con cierta ternura, que convierte su sadismo en algo aún más sádico. Cariñosamente sádico. Bien lo sabemos.

    No sé si sentir envidia o no de la situación, con esa momificación que restringe la voluntad del sumiso y le deja tan a su merced… pero estar a su merced es un sueño para muchos de nosotros. Sí, es una sana envidia, decidido. La sana envidia que provocan sus juegos y llevan a uno a decir: «Jo, yo también quiero de eso». Pero luego los caminos de la mano de Lady Sadira son inescrutables, perversos y, por encima de todo, placenteros al máximo. Un disfrute que te deja como si estuvieras en una nube, decida lo que decida hacer Ella contigo.

    Ella tiene el control, Ella maneja el poder, Ella te sabe llevar por donde es necesario. Para Ella, y también para cada uno. El apasionado disfrute personal de Sadira se convierte en un combo doble de disfrute para ambos. No sé bien cuál es su receta, pero estoy seguro de qe uno de los ingredientes es pura magia.

    Mil gracias, Lady Sadira, por una nueva lectura tan entretenida, morbosa y… ufff, excitante.

    Uninvited Guest

  • sumiso_catalan

    Magnífico relato, una vez más!

    Es muy excitante, muy sádico, y muy de muchas cosas que ahora mismo no me salen. La verdad es que poder jugar (porque al final, son juegos) con Lady Sadira es de las mejores cosas que hay en este mundo, algo que, por desgracia, no se puede tener cada día, ni cada semana, pero que, sin duda, lo harías con muchísima más frecuencia.

    Este relato es muy bueno, mucho. Una muy buena forma de empezar la primera sesión del año en la mazmorra. Pero es que además, también me sorprendre lo fantásticamente bien escrito que está. Sé a lo que te dedicas, pero sin duda, te podrías dedicar perfectamente a escribir novelas eróticas.

    Un 10 de relato.

    Un beso!

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