Relato de una sesión
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Relato de una sesión

Conocí a Lady Sadira navegando en paginas Femdom en Internet. Al acceder a su página web, descubrí que se trataba de una joven Dómina abierta y simpática y que destilaba dominación por todos los lados. Los textos de la página y sus fotos trasmitían placer por la dominación y además esta se transmitía con elegancia.

Con estas premisas, me puse en contacto con Ella a través de un email. Rápidamente contestó y en cuestión de 24 horas, concertamos una cita en Barcelona para una sesión de dominación de 4 horas.

Yo residente de otra ciudad tenía que conseguir un vuelo para el dia siguiente, alquilar una mazmorra y presentarme a las 10 de la mañana en una cafetería para desayunar con Ella, cambiar impresiones y recibir las primeras instrucciones antes de una sesión propiamente dicha, ya en una conocida mazmorra de Barcelona. Antes despedirnos me preguntó como quería que fuera vestida. Le conteste, que me gustaría que fuera vestida de calle, elegante y con sandalias de tacón alto, para poder después limpiar su suela con mi lengua. Yo, tenía que ir rasurado y con bóxer negro, que no tenía y que no iba a poder comprar, dado lo temprano de la cita.

Apenas pude dormir, tanto por los nervios como por el madrugón pero al menos llegue a tiempo al aeropuerto y el vuelo fue placido hasta Barcelona. Tras 50 minutos de viaje en metro llegue al lugar de la cita.

Era una pequeña cafetería con unas pocas mesas en el exterior. Me senté esperando a Lady Sadira, quien me comunico por el móvil que venía vestida con un vestido de lino largo, para poder ser reconocida.

  A las 10 en punto apreció una joven delgada, alta, con un vestido de lino de color beige, con ojos muy bonitos y expresivos, aspecto jovial y calzando unas zapatillas de deporte planas en lugar de sandalias de tacón.

Era Lady Sadira. Lo primero que pensé, es que era muy joven y con pinta de niña buena y lo segundo, que vaya personalidad tenía, yo le había pedido sandalias de tacón alto y Ella vino con zapatillas deportivas.

Después de saludarnos nos sentamos y durante una hora y mientras desayunábamos, nos fuimos contando nuestros antecedentes en el mundo BDSM, nuestros gustos y que esperábamos de este encuentro. Cuando decidió que ya tenía suficiente información, se levantó y nos dirigimos a la mazmorra, no sin comprar antes, una tarta de queso y un croissant con chocolate.

  Justo antes de entrar en la mazmorra y abandonando su tono de voz simpático y jovial me ordenó:

-Cuando entremos, te desnudas, te quedas en calzoncillos y calcetines y te arrodillas con el tributo en la boca esperando mis órdenes.

Nos abrió la puerta una agradable Señora que nos guió a la mazmorra. Nada más entrar cumplí las órdenes de mi Ama y esperé arrodillado con el tributo en un sobre que estaba en mi boca. Ella, siguió vestida, recogió el tributo de mi boca y me puso un collar de cuero además de muñequeras y tobilleras. Se sentó en la cama, extendió sus piernas y todavía calzada con sus deportivas dijo:

-Adora mis pies, esclavo.

Sin perder un segundo y a cuatro patas me lancé a oler, besar y acariciar con mi cara el calzado de mi Dueña. Durante 10 minutos me humillé ante aquellas zapatillas besándolas y lamiéndoles mientras Ella me ignoraba. Finalmente dijo:

-Esclavo quítame las zapatillas

Una vez quitadas las zapatillas, me ofreció sus pies envueltos en calcetines cortos, para seguir adorándoles. De vez en cuando caía algún fustazo en mi espalda porque no le gustaba el ritmo, y me exigía más ganas. Cuando se cansó, dijo

-Quítame los calcetines con la boca, perro.

Más excitado que nunca, pude retirarle los calcetines y ver ante mi, aquellos hermosos pies, limpios, delicados, de piel fina y blanca y con sus uñas pintadas de rojo, que pude adorar durante unos minutos, y me dijo

-Esclavo, has nacido para servir. Ponme estas botas y sígueme.

Le calcé unas preciosas botas de cuero negro que llegaban hasta sus muslos, de tacón fino y alto, pero no excesivamente alto. Se puso de pie y se quitó el vestido de lino, descubriendo un hermoso cuerpo femenino, vestido solo con ropa interior de color negro. Estaba esplendida, fascinante, era una Diosa. Encadenó una correa de perro a mi collar y tirando de ella, me llevó a cuatro patas hasta una columna metálica. Me ordenó ponerme de pie y de espaldas a la columna, atando ambas manos y ambos pies entre sí, por detrás de la columna y fijando el collar también a la misma columna.

A partir de ahí, comenzó una interminable tortura de mis pezones. Primero con sus uñas, luego con dos palillos tailandeses pinzando cada uno de los pezones y ya una vez puestas estos, con pinzas metálicas de finos dientes que se mantuvieron puestas durante 30 minutos. Mientras, Ella se encontraba en frente de mi sonriendo y disfrutando. Yo, embobado, me quede mirándola y dijo mientras me retorcía las pinzas con sus manos:

-No me mantengas la mirada. Ojos al suelo, esclavo.

Cuando se canso de torturar los pezones con sus manos, soltó mi collar de la columna, liberó los pies y me ordenó sentarme en el suelo deslizando mi espalda por la columna, persistiendo mis manos atadas por detrás de la misma y yo sentado en el suelo con las piernas extendidas. Ella cogió una silla que coloco en frente de mi, se sentó y libero ambos pezones tanto de las barritas metálicas como de las pinzas. Sin embargo, la tortura y la humillación fueron a peor. Extendió sus piernas y puso el fino tacón sobre cada uno de mis pezones y comenzó a presionar sobre los ya doloridos pezones generando a la vez un intenso dolor y un enorme placer. Yo babeaba como un perro, estaba entregado a mi Diosa. Ella de vez en cuando liberaba mis pezones y acercaba sus botas a mi boca, mientras decía sonriendo:

-Lame mis botas y sáciate cerdo. Chupa el tacón y lame las suelas.

Pasados unos diez minutos, de esta exquisita tortura, se levantó, recogió del suelo las zapatillas deportivas. Me obligó a lamer con mi lengua la suela de goma, sucia ,hasta dejarla completamente limpia. Incluso tuve que raspar con mis dientes, para retirar de la suela restos de suciedad.

Ya limpias las suelas, me soltó de la columna y me llevo a los pies de una cama donde estaba un cepo metálico y colocó mi cabeza y mis manos, en los respectivos espacios, cerrando posteriormente. Yo quede arrodillado, fijado con un cepo y mirando hacia la cama. Después, comenzaron los azotes con un flogger sobre mi espalda, fueron 25, intensos, ejecutados fríamente, profesionalmente.

Satisfechos parcialmente sus instintos sádicos, se quitó sus botas de cuero, se tumbo a lo largo de la cama y poniendo sus exquisitos pies en frente de mi cara, comenzó a jugar con ellos en un perfecto juego de ¨tease and denial¨, en el que, con mi cabeza inmovilizada apenas podía cumplir mi deseo de besar y lamer aquellos hermosos pies.

Poco tardo en aburrirse del juego, levantándose de la cama para soltarme del cepo y decir:

-Vamos a comer. Yo sentada y tú como el perro asqueroso que eres.

Se sentó en la misma silla desde donde me había torturado los pezones y yo me encontraba a sus pies a 4 patas. Abrió el paquete de pastelería que contenía el pastel de queso, lo arrojo al suelo, lo piso y mezclo entre los dedos de sus pies y luego me los ofreció diciendo:

-Aquí tienes tu comida, solo mereces comer de mis pies. Límpialo todo, lo quiero reluciente.

Repitió la maniobra un par de veces mas animándome con la fusta a hacerlo mas rápido y con mas ganas, y luego comenzó a comer el croissant de chocolate tirando restos masticados al suelo, comentando:

-Ya sabes lo que tienes que hacer. Come sin usar las manos, todo lo que está en el suelo, y este lo dejas reluciente con tu lengua.

Una vez cumplidas sus órdenes y dejando el suelo reluciente, me ordenó:

-Vamos a la ducha para que me limpies los pies de tus babas.

La ducha era amplia y estaba abierta al resto de la mazmorra, ella permaneció de pie y mientras yo permanecía de rodillas, me fue ofreciendo sus pies que primero lavé (con jabón y agua templada) y luego sequé con enorme cuidado y devoción. Hecho esto escuché:

-Quítate el calzoncillo y los calcetines, y túmbate boca arriba, te voy a marcar con mi orina como mi esclavo.

Se colocó sobre mi abdomen y orinó abundantemente sobre muy cuerpo dejando un charco de su néctar en el suelo de la ducha 

-Restriégate sobre mi orina, con tu cuerpo hasta secarlo y también vas lamiendo con tu lengua-dijo mientras su pie salpicado de orina pisaba mi cabeza y cara.

Yo en ese momento estaba tremendamente excitado y restregué mi cuerpo y lamí el suelo, como un auténtico perro, me arrastré y abracé sus pies, a la vez que le suplicaba.

-Por favor, Señora, déjeme ser su esclavo para siempre, le prometo obediencia eterna, azóteme, márqueme con fuego, hágame lo que quiera

Ella contestó

-Silencio perro, me gustan los esclavos con dignidad, túmbate boca abajo.

Obedecí y al de un minuto comencé a notar cera caliente sobre mi espalda que continuó durante 5 minutos. Cuando acabó dijo:

-Te he marcado con cera mi nombre en tu espalda perro y he sacado una foto para que tengas de recuerdo. Ahora te voy a limpiar.

Y cogió una ducha con chorro a presión y me quitó toda la cera de la espalda y me duchó como se ducha a un chucho con agua fría y a presión.

  Aquí se acabo la sesión como tal, luego Ella se tumbo en la cama y me ordenó que me sentara en el suelo, al borde de la cama y de espaldas a la misma y me pidió un masaje en los pies que fue eterno, y durante el cual estuvimos hablando amigablemente. Finalmente, me volvió a poner las pinzas en los pezones, me encerró en una celda y de rodillas permanecí lamiendo sus pies, que introducía en la celda a través de los barrotes. Durante esta última hora de charla me dijo que estaba contenta con mi comportamiento y que valoraría la posibilidad de convertirme en su esclavo personal.

  Finalmente, abrió la celda, me quitó las pinzas y yo eternamente agradecido y esperanzado, me abalance a besar sus pies y suplicarle que me convirtiese en su esclavo.

2 Comentarios

  • sumiso_catalan

    Buenas tardes,

    Cuanto más largo es el escrito, más ganas me entran de leerlo, porque puede aportar más cosas (aunque no siempre se cumple dicha norma).

    Como siempre, está escrito en un lenguaje muy correcto y entendedor.

    Lo que me parece extraño por parte de Lady Sadira es que tirase al suelo y pisase la tarta de queso, con lo que le gustan a ella… Otra comida, bueno, pero la tarta de queso… Le encanta. Ya sabéis, si la queréis conquistar (aunque nunca se dejará), sería con una tarta de queso (o algún otro postre que también le encanta).

    Este relato es la típica sesión de Lady Sadira, con prácticas muy usadas por su parte. Aunque la palabra «típica» no es del todo correcto, porque ella hace de cada sesión una sesión única. Sí que tiene prácticas más usadas, pero cada sesión es un mundo: un mundo sádico.

    Me ha encantado leer este relato, Lady. Deseando con ansias ser yo de nuevo el perrito que reciba todo lo que leo.

    Un abrazo!

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