Blog,  Experiencias sumisos

El imperio de los sentidos

Como bien sabéis, la inventiva de Lady Sadira no tiene límites. Nuestra última sesión fue un remake, más suave, de la ja clásica película El imperio de los sentidos, de Nagisa Ōshima, supercensurada y vilipendiada en su día cuando se entrenó allá por mediados de los setenta.

Aquel día, Lady Sadira traía preparada una tortura para cada uno de los cinco sentidos. Eso sí, antes de empezar me prometió que, por cada tortura que aguantara, recibiría una recompensa. 

Empezó por el oído. Y os preguntaréis: “¿pero, cómo se puede torturar a alguien por el oído”? Pues bien, Lady Sadira sí puede. Me vendó los ojos, me ató los brazos a la cama, me puso unos auriculares y tuve que escuchar a tope, primero una canción de heavy metal, luego otra de reguetón y, finalmente, una tercera de música tecno. La verdad es que no fue tan terrible, incluso me gustaron. Así que, al terminar las tres canciones, pensé para mí: “¡Pues vaya chollo, que tortura más light! Y ahora, encima, recibiré una recompensa.” Pero la recompensa no fue exactamente cómo me había imaginado. Encendió un supervibrador y empezó con él a masajearme los huevos, y aullé tanto y tan fuerte de dolor que la banda de heavy metal, a mi lado, parecía un cuarteto de cuerda.

El segundo sentido fue el olfato. Estaba yo cavilando qué tortura había preparado, cuando noté todo el peso de su brazo en mi cara. Bien, de su brazo, de su brazo no. Exactamente de su axila; primero una y después la otra. Y como ella misma me confesó riendo, llevaba dos días sin ducharse para que el olor fuera más intenso. Después de un rato respirando sobacos, me llegó el turno de oler el aroma de sus pies y sus zapatos. Como colofón, se sentó después encima de mi cara con lo que pude oler otros aromas, todavía más excitantes. Y faltaba la recompensa: sentada ahora en mi pecho se puso a leerme la crónica de una sesión que habíamos hecho anteriormente. Pese a que me aplastaba la caja torácica y que me excitaba sin posibilidad de correrme, he de reconocer que me encantó.

Acto seguido, le llegó el turno a la vista. Me quitó la venda y me permitió admirar su cuerpazo, primero enfundado en un corsé y una falda de látex negros; luego con menos prendas. Seguidamente se sentó de nuevo sobre mí, esta vez teniendo sus braguitas a escasos centímetros de mi boca y acariciándose, la distancia justa para que solo pudiera mirarla y excitarme todavía más, Luego vino la “recompensa”, una penetración anal, primero con un dedo, luego con dos y después con un consolador. Y nuevamente, dolor y placer a un mismo tiempo.

Acabábamos de cruzar el ecuador de nuestro particular imperio de los sentidos. El cuarto por explorar fue el tacto. Me amarró también los pies a la cama y comenzó a hacerme cosquillas por todo el cuerpo, en especial en las plantas de los pies. Jadeé, me retorcí aun estando atado, supliqué que parase, pero naturalmente ella paró cuando le dio la real gana. Yo empezaba a estar rendido de tanto contornearme y chillar, pero todo esto no fue nada comparado con lo que me moví y grité a continuación cuando me dio la “recompensa”: un nuevo masaje de testículos con el supervibrador. Tiré de las correas que me sujetaban tratando de librarme de la tortura, pero solo conseguí que me dejaran marca en la piel.

Todavía faltaba una última tortura: el gusto. Aquí Lady Sadira se superó. De casa se había traído como media cocina, un montón de frascos con especias y otros “manjares”, que me dio a probar uno a uno, nuevamente con los ojos vendados. Algunos no estaban mal, pero otros eran ultrapicantes. 

Y así terminó esta nueva sesión con Lady Sadira. Estar con ella es siempre un placer para los (cinco) sentidos. ¡Nunca tan bien dicho!

Dejar una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *